Tras cerca de un mes de permanecer abierta al público, este viernes 6 de agosto se cierra la exposición de arte contemporáneo “Versiones & Versiones” de las jóvenes artistas Nicole Orellana y Tania Luna, en el tercer piso del Bloque B de la Casa de la Cultura, calle Luis Cordero y Presidente Córdova.
Se trata de un proyecto conjunto bajo la curaduría de Olmedo Alvarado íntimamente relacionado con la cotidianidad a través de los testimonios. La intención es comunicar y presentar al público las historias que no han sido contadas tanto del “yo”, como de personas que han decidido compartir con las artistas un pedacito de su memoria, señala la presentación de la muestra.
Uno de los objetivos principales es demostrar que más que un cuerpo, un trabajo, estrés y pandemia, somos seres llenos de sentir; que a pesar que la palabra de hoy sea miedo, nuestra mente se aferra a lo lindo para poder seguir aquí, porque está bien sentir, llorar, amar, reír, caerse y levantarse, y es algo que lo hacen todos los seres humanos desde que nacen, y que lamentablemente un día dejamos de expresarlo, y pasamos a tener vergüenza de compartirlo; cada persona carga con su historia, su memoria y su contexto de maneras muy particulares, no podemos generalizarlo, pero si podemos demostrar que lo hacemos, que los recuerdos son parte inalienable de cada individuo a pesar de que se mantengan en silencio.
Las artistas utilizan en sus obras elementos como el cristal, la luz, la fotografía, etc., otorgando una nueva vida a elementos cotidianos llenos de recuerdos e historias.
Lo hacen con la intención de re-vivir lo que alguna vez sucedió, de una manera en la que el espectador puede formar parte de la obra.
Las historias compartidas
Para Tania Luna el arte responde a las inquietudes de las personas y eso hay que irlo descifrando a veces en largos procesos de investigación, de interiorización en las inquietudes, en sus sentires y sentimientos, en las lágrimas y las alegrías compartidas, en sus historias.
Transmitir esos momentos caracterizados por tantas emociones, ansiedades y temores, a los públicos, es lo que emociona al artista, al creador: el carrito descolorido del que solo quedan unos pocos restos; el osito de peluche descosido y desmembrado; la muñeca vestida con las primeras prendas de su propietaria; la otra muñeca diminuta y sin ropa que entretiene a la tierna niña mientras su madre de 14 años, su dueña original, atiende las clases virtuales.
Ver que la gente se conecta con esos impactos de vida, con las otras realidades del niño rural que valora lo que para nosotros nos parecería insignificante, y que lo conserva como el más grande de los tesoros, es lo que satisface, inspira y motiva, dice.
“Me encontré con un niño que no quiso desprenderse de su carrito de cartón, pese a que le ofrecíamos a cambio otro más lindo, según nuestras valoraciones”.
“Igual, los adultos mayores guardan esa cadenita, esa cartita chiquita o esa tapa de botella (de algún valioso líquido) que se bebió con sus amigos” hoy ya inexistentes. “Es el transportar el nosotros al yo”, comenta.
Eso yo está reinterpretado en los varios objetos guardados por Nicole Orellana y exhibidos en la muestra representada en su parte central por un mueble que funciona como contenedor de lo feo, lo bonito, las mentiras, los secretos, los gustos, los disgustos; es decir, a través de los objetos personales exhibidos, Nicole se muestra en sus fortalezas y vulnerabilidades.
La muestra se empezó a configurar desde hace más de un año, recolectando materiales en varios sectores rurales y tuvo que interpretarse y reinterpretarse en el marco de la pandemia.
El proyecto no está terminado, a partir de ahora se abre a otras construcciones, desde el ámbito educativo; desde la narrativa literaria, quizás desde la sicología, es decir, en este sentido el arte es un eje transversal de la cultura y de toda la vida cotidiana, expresan las artistas.
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