La partida de Aída Zhingre conmociona a los sectores periodísticos de Cuenca

La colega en una de sus coberturas por los escabrosos caminos de la ruralidad.

Son varios los colegas periodistas que han caído víctimas de la mortal pandemia. El trabajo es extremadamente riesgoso pero ¿Quién o quienes se han acordado de ello para proporcionar mínimas garantías?

Profunda consternación ocasionó en los sectores periodísticos de Cuenca y Azuay la muerte prematura de la reportera Aída Zhingre Duque, la mañana de este jueves 18 de febrero, en su natal Nangaritza, provincia de Zamora Chinchipe, víctima del Covid-19.

La generalidad de los colegas periodistas coincidieron en catalogarla y recordarla como “periodista de trinchera” por excelencia.

En efecto, sus coberturas para los diarios El Tiempo y El Mercurio, y otros medios, se inclinaron hacia la vida comunitaria, en especial de la ruralidad, “quemando zuela”, como se dice, para llegar a los sectores más alejados y olvidados de Cuenca, la provincia y varios lugares del sur del país.

“Su trabajo la especializó en coberturas de comunidades y en historias de emigrantes, halló azuayos hasta en la Guerra del Golfo”, escribe el periodista Angel Vera en su cuenta de Facebook. Fue compañero de historias en los rotativos mencionados.

«Si hubo alguien predispuesto a los viajes más lejanos, a las coberturas que exigían esfuerzos y renunciamientos aun con mínimos recursos y tiempos apretadísimos para ir, reportear y regresar a escribir con el cuerpo remolido por el viaje por caminos de quinta –en tiempos que no había como hoy internet desde cualquier parte-, era siempre, Aída Zhingre, comenta Vera.

Desastres, eventos naturales, inundaciones, deslaves, aluviones, pueblos y transportes semisepultados, al norte y al sur, al este y al oeste; un avión perdido y encontrado a los treinta años; unas carreteras bloqueadas o en construcción en parajes recónditos, hasta allá llegaba Aída reportera “ranger”, como le decía en broma y en halago, en analogía con los comandos militares todo terreno.

Caminadora incansable, hecha en la vieja escuela, con su chaqueta de periodista, libreta de notas a la mano y cámara al cuello, iba en pos de la noticia; cómo le molestaba a Aída que en los uniformes de trabajo que le entregaban viniera saco y falda ‘-si yo soy para caminar’-, decía», es el relato del periodista Angel Vera.

Envidiable, a veces hasta lo inentendible, su energía para escribir los viernes,  en El Mercurio, dos páginas, y poder viajar a su natal Nangaritza a disfrutar unas cortas horas con su esposo, hijas, y otros familiares, y estar nuevamente el lunes, a primera hora y con toda lucidez, en la redacción del diario para seguir recogiendo historias y aportando algo de bienestar a los sectores comunitarios.

Querida amiga. Sé que me escuchas, sé qué me miras y sé que me acompañas. La última vez que hablamos me dijiste que estabas asumiendo la vida con fortaleza, pero que estabas feliz porque estabas en tu tierra y con tus seres queridos.

Me imagino que hoy estás feliz en los brazos del Padre aunque nos dejas un gran vacío y mucha tristeza. Cuida de nosotros desde donde estés.

Te recordaremos alegre y cantando a dúo con Celso, tu esposo.

Un abrazo fuerte a tu hija”, son las palabras dolidas de María Laura Lozano, otra de las colegas de trabajo, pero más compañera de camino, de vida.

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