
Cuenca es la primera ciudad en el mundo que recibe las reliquias de San Romero de América
“En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo, cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”, llamaba con energía al Ejército salvadoreño monseñor Oscar Arnulfo Romero en su última homilía en la catedral de San Salvador, el domingo 23 de marzo de 1980.
Al día siguiente, aproximadamente a las 18h30, mientras oficiaba una misa en la capilla del hospital Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador, desde un auto color rojo, un francotirador le impactó una bala en el corazón.
La mañana de este sábado 7 de octubre de 2017, las reliquias de “San Romero de América” recorrieron las calles de Cuenca y fueron entronizadas en la Catedral la Inmaculada, en el marco del Jubileo Arquidiocesano impulsado por el arzobispo Marcos Pérez Caicedo. Cuenca es la primera ciudad en el mundo que recibe las reliquias del obispo beatificado por el papa Francisco, el 23 de mayo de 2015.
Monseñor Pérez expresó que con esta peregrinación estamos recordando todo lo que dijo y lo que hizo monseñor Oscar Romero; toda su lucha en favor de los pobres y necesitados, el anuncio del Evangelio de la vida, de la paz, de la libertad que hace más de 35 años predicó en El Salvador y hoy se hace presente en Cuenca, con la llegada de su reliquias representada en la casulla que simboliza el rostro y el peso del pueblo fiel sobre los hombros del pastor.
Sostuvo que su palabra fue una revolución del amor, de la paz, que tal vez a muchos no les gustó pero que caló en el corazón de los pobres.
Su sangre no ha brotado en vano. “Sangre de mártir es semilla de cristiano”, decía él mismo, y es así, la sangre de éste mártir, derramada por la fe y el amor, seguro que ha suscitado nuevos cristianos, generaciones de apóstoles comprometidos con Dios y con el pueblo, sostuvo el arzobispo.
Al recordar unos de sus mensajes centrales: “la paz es obra de justicia”, Marcos Pérez subrayó que el mártir salvadoreño habló tanto en nombre de la paz que ordenó que cesen las represiones y las injusticias con su pueblo, por eso lo mataron.
Un informe de la Comisión de la Verdad de la ONU, que investigó las violaciones a los derechos humanos durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992), concluyó que el ex mayor del Ejército, Roberto d’Aubuisson, dio la orden de asesinar al obispo.
Todo esto nos llama a un compromiso real, a no tener una fe cómoda, solo de palabra, sino una fe que trascienda la vida, que nos lleve a ayudar, a ser generosos con nuestros hermanos necesitados, enfatizó monseñor Pérez.
Para Marisabel Mejía, líder del barrio Vírgen de Fátima, monseñor Romero es el precursor de la labor social en los sectores más desprotegidos en América Latina. Su mensaje de protesta, de reclamo, de rebelión contra un régimen represivo, es muy esencial, dijo.
Añadió que siempre defendió, desde el Evangelio, la igualdad, el trato justo a las personas, eso debemos defender como cristianos, como católicos.
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