Mientras el calendario gregoriano marcaba el lunes 21 de marzo de 2022 como una fecha común, sin mayores implicaciones, el calendario de los pueblos andinos de Ecuador marcó esa misma fecha como la de la celebración del Mushuk Nina (fuego nuevo o año nuevo) o Pawkar Raymi (fiesta de los muchos colores o fiesta del florecimiento) del año 5.530.
Para el mundo andino el año nuevo no es el 1 de enero sino el 21 de marzo, cuando al medio día no hay sombra pues los rayos solares caen en forma perpendicular y los primeros frutos están listos para su consumo, como una amorosa ofrenda de la Pachamama.
Es el equinoccio de primavera, y para los habitantes de los pueblos ancestrales de Ecuador es una nueva oportunidad de entrar en relación armónica con su ser interior, con la familia, con la comunidad con la naturaleza, con el cosmos y con las divinidades.
Según el Ministerio de Cultura y Patrimonio e investigadores, en los tiempos prehispánicos los fogones de las casas estaban prendidos todo el año pero, previo al Pawkar Raymi, el 21 de marzo, dejaban que se apague, entonces entraba el sacerdote en una vivienda y mediante un ritual al mediodía, con un plato de oro, producía el Mushuk Nina, es decir prendía el fuego nuevo con los rayos perpendiculares del Sol. El fuego nuevo se repartía a la comunidad.
El presente año, aprovechando que el Covid-19 ha aflojado sus agresividades, el cerro El Turi del cantón El Pan avivó un rostro multicolor y acogió en sus entrañas la celebración del Pawkar Raymi los días sábado 19, domingo 20 y viernes 21 de marzo.
Música, danza, conferencias sobre la ancestralidad, una feria artesanal, agroecológica y gastronómica, ceremonias, limpias ancestrales, entre otras actividades, a la vez que desenpolvaron y retomaron parte de la ancestralidad invisibilizada por la colonización española, reactivaron la economía gravemente afectada por la pandemia. La iniciativa del alcalde Rigoberto Borja y el apoyo del Gobierno Provincial del Azuay fueron esenciales en este propósito.
Escenario de leyendas
De su parte, Vicente Piscocama, comisario municipal, relató parte de la historia de El Turi y las leyendas que giran en torno a su vigía.
Antes de la llegada de los españoles, en el mirador se asentaron los Cañaris que nombraron como jefe a Tupopan, mientras la parte baja, donde ahora está el centro cantonal, se encontraba habitada por los entonces denominados jíbaros, pobladores del Oriente ecuatoriano.
En el lugar los Cañaris construyeron un centro de adoración y vigilancia, vestigios de ello son las terrazas en las que habrían levantado viviendas y unos muros de piedra que habrían servido como fortificaciones para el ejército.
También se han encontrado restos de vasijas de barro de alta calidad y restos del Capac Ñan así como de otros caminos que conectaban a otros centros poblados de la región.
Sobre el lugar planean leyendas como la de la “ciudad perdida”. Un comerciante que trasladaba productos desde Gualaceo hacia el Oriente y viceversa, en el camino de retorno, en el sector de El Turi se le abrió una puerta que le permitía el acceso a una ciudad dorada cuyos habitantes le dijeron que debía mantener en secreto su existencia, no obstante, el arriero comentó con algunos compañeros su experiencia, incrédulos le siguieron para constatar la versión, entraron por la puerta pero jamás volvieron a salir.
Otra de las leyendas es la de las “campanas encantadas” que relata el traslado del actual “Señor de El Pan” desde Culebrillas, lugar donde fue encontrado por unos viajeros de Girón, al actual centro cantonal donde construyeron una pequeña gruta, y su “retorno voluntario” a Culebrillas.
Con la idea de que la imagen se quede en El Pan construyeron una capilla más amplia en la que se disponían a colocar unas campanas grandes y pesadas. Durante el traslado de los pesados objetos el cansancio venció a los estibadores que se quedaron dormidos en el camino y al despertar se dieron cuenta que habían desaparecido.
En la búsqueda, uno de los grupos subió por la peña y se encontró con unos bejucos colgados que al ser jalados generaron el sonido de las campanas. Entonces se dice que esos objetos están en algún lugar por el sector.
La más difundida es la de la “mama huaca”, una mujer pequeñita que ataviada de oro recorría el trayecto entre la peña de Ñuñurco, El Turi y Peña Blanca, ofreciendo sus riquezas pero mataba a los ambiciosos e incautos que se le acercaban a obtener las prendas.
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